Un niño retraído pero feliz. Un adolescente que navega por nuevas y tormentosas sensaciones para lo socialmente aceptado en un país bajo dictadura. Un joven que sintió el cimbronazo de perder al amor de su vida. Un artista creativo, un contestatario ante la injusticia, un fotógrafo, un “showman”, un peluquero y un poeta; todos estos personajes y algunos más convergen en una misma obra que inició hace 60 años y que es protagonizada por la misma persona: Daniel Ríos, que hoy habla con San José Ahora, sin careta.
- Primer Acto: La niñez
El 27 de julio de 1919 nació don Libio Ríos Tejera, quien con los años se convertiría en jornalero, trabajando en changas, cargando arena en las márgenes del río San José o transportando ladrillos desde los hornos a las casas que los adquirían. Lo hacía en un carro que era impulsado por la fuerza de un caballo.
El 14 de julio de 1935 nacía doña Mirta Esther Fernández Seijas, una mujer buena, protectora y consejera. Humilde sí, pero con una riqueza espiritual que aún hoy, con 84 años de edad, deja ver diariamente a través de sus acciones y gestos.
Libio y Mirta se conocieron y enamoraron. El 24 de julio 1958 tuvieron el único fruto de esa relación, un bebé al que bautizaron con los nombres Daniel Eduardo; con él nacía una historia que hoy, a más de 60 años de iniciada, no ha bajado en intensidad.
“Papá era una persona muy leal, de familia. Jamás lo escuché decir una mala palabra. Mamá es una santa, cuando yo vine al mundo ella tenía 23 años, eran muy humildes, muchas veces no teníamos para comprarnos ropa pero nunca nos faltó un plato de comida”, dice Daniel que recuerda, ya sin poder evitar el nudo en la garganta, que a su madre le dolía mucho cuando en las fiestas tradicionales el resto de los niños de la cuadra jugaban en la calle con pelotas y bicicletas nuevas y a su hijo, su único hijo, Papá Noel o los Reyes Magos sólo habían podido dejarle bajo del arbolito una “cornetita de plástico” y algunas “ropitas” como pantalones cortos con tirador elaborados por la misma Mirta. Para hacerlos utilizaba la tela de sus propios vestidos, los que sacrificaba con tal de ver una sonrisa en la cara de su pequeño quien hoy, al evocar aquellos tiempos, asegura haber sido “un niño feliz”.
Daniel sigue hablando de su madre, persona a la que considera su única amiga verdadera, pero reconoce que varias veces le recriminó el no haberle dado un hermanito. “Me hubiese gustado tener un hermano para compartir, porque cuando sos joven todo bien, tenés el cariño de tus padres, pero cuando sos adulto es jodido”, dice, pero apenas menciona esto, es como que el platillo de la balanza se vuelve a inclinar hacia lo positivo impulsado por las pesas de los buenos recuerdos.
“Iba a la escuela con una túnica que mi mamá almidonaba y tendía en el pasto, después no me podía mover porque estaba como estaqueado”, manifiesta entre risas que se apagan cuando vuelve a referirse a don Libio, rememorando el día que la muerte lo sorprendió mientras trabajaba.
“Él estaba descargando ladrillos con su carro cerca del puente Carretero, pasó una ambulancia que hizo sonar la sirena justo ahí, los caballos se asustaron y desbocaron, papá cayó y se desnucó”. Silencio. Daniel se detiene unos instantes en su relato, nosotros también, sabemos que hay momentos en las charlas en que las pausas deben respetarse, como en la vida, para procesar, tomar impulso y seguir.
- Segundo Acto: Cambio de actitud
Desde muy pequeño Daniel daba señales de que su vida se ligaría al arte. “Traigo el arte encima desde que nací”, nos dice, y agrega que su madre le fabricaba unos títeres con lana y corcho con los que montaba verdaderos espectáculos para sus primas y amigüitos del barrio que lo ovacionaban. Él se sentía cómodo en su ambiente, en el de su hogar, no así en otros ámbitos en los que, por obligación, debería ingresar.
Asistió a la Escuela N° 52, conocida popularmente como “la escuela de vidrio”. Era recurrente que sus maestras contactaran a Mirta para comunicarle, con cierta preocupación, que Danielito no se integraba al resto del grupo. “Yo trataba de quedarme en el salón o en un rincón, no quería tener contacto con los compañeros. No me gustaba ir a la escuela”, recuerda.
Con el paso de los años se inscribió en el curso de carpintería que se dictaba en la UTU y recuerda que ahí era víctima de bullying. “Yo era gordo y tenía mucho pecho, entonces me decían gordo tetón y para mí era como una puñalada. Me pegaban en el recreo, me arrinconaban y yo lloraba, hasta que un día dije no me van a lastimar más y así fue, cuando volvieron a querer pegarme agarré una tabla y se las partí en la cabeza”, relata, y si bien puede resultar gracioso, Daniel aclara que muchos chicos no soportan ese acoso escolar y terminan matándose. “Los niños son crueles porque lastiman sin darse cuenta o por no tomar conciencia del mal que le hacen a otra persona”, resume.
- Tercer Acto: El Polifuncional
Daniel es director, actor, fotógrafo, docente, tuvo un programa de televisión y “a la vejez viruela”, como le gusta decir, finalizó sus estudios de peluquería.
“Era mi don actuar. Estuve haciendo teatro de atrevido, pero en el 2000 entré a la Casa de la Cultura e hice los tres años de arte dramático”. Después de eso formó su propio grupo al que llamó “Mascaras”, con el que, junto a grandes actores locales como Nelida Larguero o Beatriz Layera, han puesto en escena diversas obras, logrando todas ellas muy buena acogida del público.
Además de ser director de teatro, ha incursionado en dibujo, participó en películas, cortos y video clips, y contó con un programa humorístico propio en televisión llamado “Locos por la cámara”, el cual realizaba junto al reconocido comunicador Tomás Puerto y Julio Sacco, y que se emitía los sábados de 22 a 23 horas por el canal 9 de San José de Mayo.
“Se nos ocurrió hacer algo diferente, quisimos apuntar a lago más loco. Lo principal y maravilloso es que nos reímos de nosotros mismos”, nos cuenta quien también fuera el productor del programa.
La veta poética está muy presente en Daniel Ríos. “Me encantaban las poesías, trabajaba en una panadería y en los ratos libres en vez de descansar me ponía a escribir, más en esa época cuando sos joven y te entusiasma y enamoras de todo. Está bueno escribir y expresar lo que uno tiene adentro y no se anima a decirlo, es maravilloso” opina, y como por inercia comienza a recitar un fragmento de un poema de su autoría:
El triste otoño de mis pensamientos,
Ha dejado caer sus primeras hojas de amargura,
Y yo me siento solo en este atardecer de trémulas horas inseguras,
Ha llovido hasta extasiarse de perladas gotas gruesas…
El paisaje de la bella naturaleza,
Y yo, taciturno y meditabundo observo a través de la reja,
Como si temiera que el silencio despertara el rumor de las cosas muertas.
Daniel también es fotógrafo, algo que nació por casualidad, pero de lo que nos hablará más adelante.
- Cuarto Acto: Sobre las tablas
Es recodada la revista “Maragatísima” estrenada en el año 2015 y que fue el primer espectáculo de esas características montado en el interior uruguayo.
“Maragatísima fue todo un reto, la primera obra musical que hice en San José. Me sentí con un orgullo total, recibí muy buenas críticas”, reconoce. En tal sentido destaca el rol de Susy Leguizamo, a quien le adjudicó “el 90%” del logro del espectáculo presentado en el teatro Macció, porque “fue quien hizo todos los tocados de plumas. Yo me di el lujo de bajar con plumas, fue maravilloso, me sentí realizado”.
Pero eso no es todo, Daniel continúa desarrollando su historial como director. “En 2017 estrené Atrevidas, en honor a las mujeres que se animan a hacer cosas que otras personas no, como la mujer que queda sola y sale adelante para lucharla. Fue un tributo a esas mujeres. Hace un par de años hice un homenaje a todas las personas que tuvieron algo que ver con el 2 x 4 en San José en el que se homenajeó a Carlitos Tagliabue”, cuenta con orgullo, al tiempo que destaca el gesto de la consagrada cantante y compositora Malena Muyala, a la que definió como una persona maravillosa por, entre otras cosas, haber participado del mismo sin cobrar “absolutamente nada”.
- Quinto Acto – Puto sí, ¿y qué?
En una oportunidad Daniel Ríos hizo una publicación en su muro de la red social Facebook donde entre otras cosas señaló que es puto y buena persona. La misma fue acompañada por una foto de sus tiempos de showman en la whiskería Dado Rojo. Con su forma tan propia de expresarse, sin filtros, consiguió que muchos de sus seguidores le brindaran su respaldo con diversos comentarios.
Ante esto Daniel dice: “Me siento muy querido en San José. Por ser tan frontal y sincero me he echado gente encima, pero siempre trato de no herir ni ofender a ninguna persona. Soy muy respetuoso, cada cual que haga de su culo un pito, lo que no permito es que me discriminen ni señalen, yo soy así porque quiero serlo y me abro al mundo porque a mí se me antoja, nadie me paga por decir en las redes sociales que soy puto, lo hago porque lo siento, y si a alguien le hace mal que no lea lo que escribo. Igual hay muy buena onda y energía con la gente, siempre me he sentido apoyado, soy puto pero lo principal, la herencia de mis padres, soy buena persona, tengo buenos sentimientos y a quien pueda ayudar siempre voy a estar acá presente para lo que sea.
Todas las sociedades son jodidas y estamos en el siglo 21 donde la gente dice: que surte que se ha liberado a los homosexuales, las chicas se casan con los chicas y los chicos con los chicos, y eso es maravilloso, pero después te ven por ahí, se dan vuelta y dicen: mirá el puto de mierda de la mano con otro macho. Yo creo que sigue la homofobia, eso no se va a terminar nunca, porque por más que la gente quiera disimular te das cuenta en caras, en risitas, ahí tenés que ser fuerte, ir para adelante y si tenés que decir algo hay que decirlo de frente. Que tengas una sexualidad diferente no le da derecho a nadie a que te señale y te discrimine.
Yo me sentí discriminado hace mucho tiempo, después no porque tengo una personalidad muy fuerte, no me meto en la vida de nadie, no discrimino a nadie, lo que no es para mí no lo hago, pero cada cual es dueño de hacer lo que quiera siempre y cuando no moleste a otros”.
Reconoce que “ahora las cabezas están voladas, hay gente que verdaderamente te respeta, valora y acepta como sos, las mentes se abrieron. Los guachos de ahora ya saben lo que quieren, su inclinación, hay más libertad para decidir y hacer lo que quieras. Es maravilloso poder expresarte como querés, es maravilloso que los padres se involucren para que sus hijos tengan una vida más plena”.
- Matrimonio igualitario, adopción y aborto
Aprovechamos la oportunidad para preguntarle a Daniel qué opina sobre dos temas que han dividido a la sociedad y que, pese a haberse aprobado, aún siguen dando que hablar en el país y más aún si miramos al resto de la región. La primera pregunta es si está de acuerdo con el matrimonio igualitario y la segunda si está a favor del aborto.
Con respecto a la primera dijo estar a favor del matrimonio igualitario, mas no con la adopción de niños por parte de una pareja compuesta por dos miembros del mismo sexo. “Pienso que un niño tiene que tener dos referentes en la vida, un padre y una madre” concluye. Con respecto al aborto dice no estar a favor, dado que piensa que “no se debe cegar una vida, si estamos aptos para hacer crecer una vida en nuestro vientre no tenemos derecho a eliminarla”, sentenció.
- Sexto Acto – Saliendo del closet
“Desde que nací soy así, siempre me gustaron los chicos. Yo jugaba con mi prima María de los Ángeles que fue mi compinche, lo hacíamos como dos nenitas, yo me ponía los zapatos de mi madre y hablábamos de nuestros maridos. Nunca me sentí mujer, yo soy homosexual, me gustan los hombres, pero me gusta mucho hacer de mujer en los sketch. Quizá fue lo que no puede hacer en la juventud y ahora me liberé porque no me importa nada. Todas las personas que estuvieron a mi lado aportaron para que yo sea lo que hoy soy, me sentí amado y amé totalmente, ahora no quiero relaciones serias, no estoy capacitado, soy muy enojón, prefiero vivir solo con el “touch”, cuando tengo ganas de estar con alguien, sin compromisos”, y agrega que “lo más lindo que hay es disfrutar el sexo con libertad y eso es lo que hago en este momento, ser libre”.
Pero Daniel, como muchos homosexuales, debía atravesar el incómodo momento de salir del closet y comunicárselo a sus padres:
“Ese fue el momento más jodido, no con mi madre porque ella se daba cuenta que me depilaba las cejas, le usaba los zapatos, ella fue un hermano puto que tuve, siempre dándome consejos. Ella me decía: vos tratá de ser feliz como quieras, pero cuídate. Lo que más me dolió fue decírselo a mi padre porque era chapado a la antigua, para él no había grises, quería tener un hombre en la casa y a mí ya se me notaba que era loquita”.
- Séptimo Acto: El Manzanita
Para muchos Daniel Ríos es “el Manzanita”, aunque sean pocos lo que lo llaman a la cara por ese alias. A él no le gusta. Detesta los apodos.
“A mí nunca me gustaron los apodos, aún hoy me choca que me digan Manzanita, cuando alguien lo hace le respondo ‘Manzanita en la frutería, mi nombre es Daniel Ríos´. Los apodos son horrendos”, nos comenta y agrega que una vez un niño que estaba junto a su madre en un comercio le empezó a decir: “Manzanita, Manzanita…”, la madre desesperada trataba de hacerlo callar, pero Daniel le respondió “déjalo, él me dice Manzanita porque te lo escucha decir a vos”. La mujer se puso colorada como una manzana –nunca mejor dicho- sonrió y la escena terminó con un epilogo incómodo, pero a la vez jocoso.
El apodo se lo puso una funcionaria de El Correo de apellido Muñiz cuando él aún era muy joven. Su espíritu rebelde lo llevó a increpar a la mujer por su atrevimiento, pero al final, con el paso del tiempo, terminaron siendo muy buenos amigos. Pero en sí el porqué del apodo no está muy claro, por eso Daniel prefiere quedarse con una suposición de otro de sus allegados que le decía que lo de “Manzanita” venía porque era la fruta prohibida para los hombres, esa que todos quieren poseer.
“Puede que haya sido cierto, porque fue una larga lista de codicias que tuve sobre mi persona, pero yo viví feliz, que me quiten lo bailado”, remata con una sonrisa picaresca, como queriendo decir, «si abro la boca prendo fuego a un pueblo».
- Octavo Acto: El amor de la vida
Daniel cuenta que durante algún tiempo estuvo en pareja con una mujer de la cual se enamoró y con la que llegó a convivir. Señala que aquellos fueron los años más felices de su padre y que le cambió totalmente la cabeza. No obstante, aclara que siempre le gustaron los hombres y es precisamente con una persona de su mismo sexo que vivió una historia de amor intensa, apasionada y que lo marcó para siempre.
“Yo fui el primer maricón de San José que con 16 años me animé a andar de la mano con quien fue mi primer amor”, nos cuenta con orgullo. Le interrogamos por cómo nació aquella historia. Se retrotrae, por como la cuenta percibimos que vuelve a experimentar esa sensación de mariposas en la barriga que sienten los adolescentes cuando otra persona les mueve todo en el interior.
Comienza diciendo que “en el amor no se piensa, es algo que llega y es un estado maravilloso”, y continúa: “a él lo conocí en el famoso bar Straneo, que estaba frente a la vieja cárcel, en la esquina de las calles Artigas y Ciganda, yo tenía 16 años y él ayudaba al dueño del local. Ahí había un pasillo muy angosto, nos cruzamos, quedamos frente a frente, él me agarró, me besó y nos enamoramos perdidamente”.
Después de eso, ya con la relación en franco afianzamiento, se presentaron en sus respectivos hogares como amigos, no podían decir abiertamente que eran pareja. Al año siguiente el novio de Daniel consiguió trabajo en un hospital de Montevideo y se mudaron juntos. En la capital del país alquilaron una pensión y convivieron como pareja durante un tiempo prudencial. Para sostener los gastos Daniel consiguió trabajo en “La Bella Molinera”, una panadería de la que tiene muy gratos recuerdos.
“Fue una relación maravillosa hasta que él se enamoró de otra persona y me dejó, ese fue un golpe muy bajo en mi vida porque nunca se me pasó por la cabeza que él me fuera a dejar porque todo era tan perfecto”, y complementa, como auto-convenciéndose, “que las cosas cambian, no todo es para toda la vida”.
Tras esa ruptura sentimental Daniel regresó a su San José de Mayo natal a vivir con su madre que se encontraba sola dado que su marido, don Lidio, ya había fallecido.
- Noveno Acto: La Dictadura
“Fue horrible porque los pobres maricas no podíamos salir a la calle ni hacer nuestras vidas, porque por el solo hecho de ser putos nos metían en una furgoneta como ganado, a mí me venía a buscar a casa en su camioneta y me llevaban, no porque era delincuente, mi único delito era ser homosexual.
Yo trabajaba en Montevideo, cuando venía a tomar algo con algún amigo en San José llegaban los milicos y como yo no me callaba me mandaban para adentro del forro del culo, hasta 72 horas llegué a estar en el calabozo. Fue una época muy difícil pero nunca dejé de ser quien fui, hice lo que quise y nunca me le callé a ninguno de ellos” relata al tiempo que recuerda que sus padres sufrían mucho por esa situación.
Ante ésto debió recurrir a una abogada a la que le dijo: “los militares no me dejan vivir”, recibiendo por respuesta de la profesional que él tenía sus derechos como ciudadano por lo cual, si lo volvían a ir a buscar, no debía por nada del mundo subirse a “la chanchita” de la policía. Fue así que cuando finalmente eso sucedió, Daniel, ya no con una tabla como en sus años de estudiante de carpintería en la UTU, sino con la verdad y el valor como elementos contundentes, les dijo a los oficiales: “yo no soy asesino, yo soy puto y eso no creo que les haga mal a ustedes”. Tras eso nunca más lo volvieron a molestar, aunque reconoce con pesar que otros homosexuales de San José “siguieron padeciendo” los tratos hostiles propios de cualquier dictadura.
- Décimo Acto: Prostitución
Daniel se prostituyó en varios puntos del país donde solicitaban su presencia, pero fue en el año 1988, con 30 años de edad, que su vida cambió al ingresar como “showman” a la legendaria whiskeria Dado Rojo, ubicada en el kilómetro 104 de la ruta 1 en la zona de Ecilda Paullier.
“Los tipos se enloquecían, querían tenerme, fui “una mujer” deseada…trabajé a lo loco después de pedirle autorización a la dueña” para, además de realizar sus shows en el escenario, también poder prostituirse.
Recuerda que había tipos que “no se querían quemar” haciéndose ver con un homosexual, por lo que los llevaba para un montecito cercano al local o a sus vehículos y ahí sí, con la complicidad de las sombras de la noche y lo tupido de la vegetación, daban rienda suelta a la pasión pagada.
“Durante muchos años comí gracias a las meretrices”, dado que eran ellas las primeras que le pedían para sacar fotos en los cumpleaños de sus hijos, claro, “aquellas fotos tenías que verlas con cinco lentes de aumento porque salían tan borrosas”, recuerda Daniel, quien señala que después se formó en la materia y “se fue para arriba como leche hervida”, posicionándose como uno de los fotógrafos maragatos más reconocidos.
- Se cierra el telón…
Por todo lo antes dicho podemos llegar a la conclusión de que el título de esta nota, “Soy puto” y “buena persona”, perfectamente podría ser alterado en cuanto al orden de las palabras que lo conforman, dado que primero que todo Daniel Ríos es “buena persona”, eso es por lejos lo más importante. También es homosexual, o puto como él cariñosamente define a los hombres que deciden vivir a pleno ese sentimiento de atracción hacia personas del mismo sexo, eso no lo condiciona para nada en el resto de los aspectos de la vida.
Vive sin aislarse en un salón o en rincones como cuando era niño, sin tener que esconderse, se muestra como es, sin joder a nadie y dándonos una cachetada como sociedad que más que provocar una reacción violenta lo que hace es despertarnos, nos pone de pie y desnudos en todo sentido frente a un espejo, ese que refleja lo peor y mejor de nosotros pero que nos muestra tal cual somos, sin reprimirnos, respetando mucho y, en la medida de los posible, haciéndonos ser a todos un poquitito más felices, aceptándonos tal cual somos.
*Esto lo escribió: César Reyes
- Leé también: “Ahora la persona mal vista es la que discrimina”