“Por favor me ayudan a compartir para ayudar a mi abuela que tiene 82 años y vive de las ventas de sus comidas muy ricas y recomendables”, comienza diciendo el mensaje escrito en Facebook por Jona García. El texto está acompañado por dos fotos: una de la abuela (en la cocina, claro) y otra de una lista donde, escrito a mano, se detallan los productos por ella elaborados y sus respectivos precios.
Rápidamente la publicación superó las 400 compartidas, pero lo que muchos se preguntan es: ¿quién es la abuela? San José Ahora te lo cuenta.
Se llama Teresita González, tiene 82 años de edad y vive en la zona de calle Treinta y Tres al sur, en el barrio Garibaldi de San José de Mayo.
Comenzó a trabajar a los siete años de edad porque sus padres “eran muy pobres” según ella misma nos relata, por lo que debió abandonar la escuela cuando había terminado segundo año. Tiene ocho hermanos, se casó a los 16 años de edad y tuvo siete hijos que le han dado “treinta y pico largo” nietos y bisnietos y doce tataranietos, aunque en esta última cifra duda, lo que sí asegura es que tiene una familia muy numerosa. Después de 62 años, enviudó.
“Ahora me dediqué a cocinar, un poco para ver si podía ayudar a la pensión que estoy cobrando… estoy medio atacada de la pierna y para no pensar en lo que tengo trato de hacer algo”, nos dice esta abuela sonriente y canosa pero de voz firme, que constantemente resalta al “respeto” como uno de los principales valores humanos.
Durante gran parte de su vida Teresita se dedicó a las labores domésticas en diferentes domicilios maragatos. “Me conocen muchos patrones y me quieren todavía, con la frente en alto ando con todos ellos…tuve poca escuela, pero gracias a Dios los se respetar a todos”, dice segura, al tiempo que nombra a los que recuerda y nos insta a preguntarles qué opinan ellos de esta señora de manos rugosas pero ágiles que no paran de producir delicias caseras.
El sueño de Teresita era poder seguir estudiando, ir a la UTU y aprender cocina o corte, pero “no tuvo suerte”, según sus propias palabras, pero no se “achica”, sigue mezclando harina, dulces, azúcar, sal, condimentos sobre la mesa en la que tantas viandas ha preparado a lo largo de sus 82 años de vida; manos en la masa, mirada afinada para las proporciones, y el oído atento esperando el llamado de algún cliente hambriento.
Por César Reyes