Hace dos meses los padres de Julia decidieron dejar ciudad Rodríguez en departamento de San José para radicarse en Almansa, una pequeña localidad de menos de 25 mil habitantes ubicada a 300 kilómetros de Madrid, a donde llegaron en busca de “nuevas oportunidades”. Lo que les pasó ayer fue tan sencillo, como mágico.
Decidirse a dejar todo atrás, cargar las valijas y subirse a un avión buscando un futuro mejor no suele ser algo sencillo, mucho menos si junto a esas valijas va toda una familia con niños. Pesan las valijas y en ocasiones mucho más ese hueco en el pecho y nudo en la garganta que provoca el desarraigo. Pero se mira para adelante y se busca esa luz de la estabilidad y crecimiento económico que muchos no logran tener en el suelo natal y ven en otras tierras, lejanas, terreno fértil para hacer brotar la semilla de su esperanza.
Apenas llegar a ese destino, donde casi todo se ignora y quedar encerrado casi que en un sistema de prisión domiciliaria por culpa de un virus que tiene en jaque al mundo complica aún más las cosas. En ese caldo de cultivo la angustia quiere ganar terreno.
“Somos una familia que vivía en ciudad Rodríguez y hace dos meses nos vinimos a vivir a España a probar suerte, no hemos ligado mucho con esto del coronavirus pero tenemos fe que va a cambiar la jugada”, le contó en exclusiva a San José Ahora el papá de la niña, Gabriel Peressini.
Ayer lunes Julia cumplió 4 años, pero su cumple fue diferente ya que por primera vez lo pasó lejos, muy lejos de su casa natal y en pleno confinamiento. Junto a ella están su mamá Paola, el papá, sus hermanitos Catalina y Federico, además de una tía, Jessica, y las dos hijas de ésta, Renata y Valentina que ya residían desde antes en Almansa.
Todo transcurría dentro de la monotonía habitual de estos días hasta cuando el reloj marcó las 8:20 de la mañana, a esa hora desde la calle llegó la voz de un guardia civil amplificada por un altoparlante sugiriendo a la población acatar las medidas establecidas por el gobierno para evitar la propagación del coronavirus, pero de repente preguntó por “Julia”, que “está cumpliendo 4 añitos”. La niña salió al balcón rodeado de globos de colores junto a su madre, hermanos y primos. Lo que ocurrió después quedó registrado en videos sin desperdicio:
El servicio es brindado por la Guardia Civil de España y pretende aliviar el tedio de la cuarentena. “La verdad que fue un cumpleaños distinto a lo que venía acostumbrada. Pasó bien. Quedó muy emocionada pidiendo que le compren chaleco y gorro de policía”, agrega Gabriel, quien para finalizar envía un mensaje de alerta a los uruguayos ante la pandemia: “Ojalá allá se mentalizaran más de la gravedad de esta situación y empezaran a cuidarse más, porque puede empezar a complicarse ahora que se viene el invierno allá, y tengo mucha familia y amigos y no me gustaría que pasen por un momento difícil”.
Gabriel habla desde su nueva perspectiva de inmigrante, ese que apenas llegó a destino, donde casi todo se ignora para quedar encerrado junto a toda su familia casi en un sistema de prisión domiciliaria por culpa de un virus que tiene en jaque al mundo, complicando aún más las cosas. En ese caldo de cultivo la angustia quiere ganar terreno, pero por suerte, como si de un yin y yang perfecto se tratase, también hay personas que la combaten desde y como pueden. Esas personas son como técnicos ajustando foquitos que se vuelven a encender, y cuando ese foquito es la sonrisa de una niña que le ilumina el rostro y se la contagia a su familia, ese gris mohoso de la angustia empieza a desaparecer y por las ventanas de ese departamento de Almansa empieza a destellar luz, una luz tan intensa que hoy llega hasta Uruguay, al departamento de San José, posando un rayo potente sobre la ciudad de Rodríguez, donde están esos afectos que ayer, en su cumpleaños, no la pudieron abrazar.
Por César Reyes
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