El drama de una familia que habita en camino Guaycurú a 5 kilómetros de San José de Mayo.
La precaria vivienda de María y Marcos está en camino Guaycurú a 5 km. de San José de Mayo. María tiene 31 años y Marcos 41; viven de hacer changas, del reciclaje y de la venta de comida que María elabora. Son padres de siete niños de 4, 5, 7, 9, 10, 12 y 14 años de edad. Todos los menores estudian, los dos más grandes van al liceo y el más pequeño ingresará al sistema de enseñanza este año.
Todos los meses les llega el recibo de OSE, servicio por el que pagan, pero que desde hace un tiempo y en pleno verano no reciben, por lo que deben racionalizar al máximo el consumo de agua potable que reciben en tanques que quedan expuestos al sol. Cuando la usan para beber suele estar a altas temperaturas y representa un riesgo sanitario para todos los integrantes de la familia.
María tiene problemas en un riñón y debe ser operada, algo que deberá esperar. Su marido padece una malformación congénita hereditaria. Su situación es compleja.
Tienen contador de OSE pero el agua comenzó a salir blanca, como un “agua de arroz”, grafican y muestran fotos como prueba de aquello. Una alternativa era trasladarse dos kilómetros hasta la escuela número 30 a conseguir el vital elemento y acarrearlo al sol, haciendo fuerza, pero también en el centro educativo los pozos se secaron.
Han recibido ayuda de amigos, de la Intendencia y en su momento del Batallón, pero la tan reclamada solución de OSE se sigue haciendo esperar. “Ni aparecen” dicen resignados, a tal punto de llegar a mencionar como medida extrema la posibilidad de “encadenarse” frente a las oficinas locales del ente sanitario hasta que finalmente les restablezcan el servicio.
Los tanques, posados en el piso polvoriento del patio son rodeados por cerditos y gallinas flacas y sedientas. Todo es angustia que encuentra en las sonrisas indiferentes a la magnitud del problema de los niños más pequeños que juegan levantando tierra en cada corrida, una especie de cortafuego a tanta desesperación.