La iniciativa fue del profesor y escritor Pedro Peña, a quien se le sumó un gran equipo de voluntarios.
Este lunes 17 de enero la Biblioteca Ambulante Maragata Martín Pino Clara está cumpliendo cinco años de actividad en San José. La iniciativa de prestar libros en espacios públicos sin mayores condiciones para los lectores fue del profesor de literatura y escritor Pedro Peña, a quien se le ha sumado un gran equipo de colaboradores voluntarios.
Martín Pino Clara, fue un joven de San José fallecido en el año 2012 en Montevideo tras ser víctima de una rapiña.
Durante el episodio, Pino cayó al río de la Plata a la altura de la rambla y calle Río Negro. A los pocos días, su cuerpo apareció en el balneario Las Toscas del Canelones.
Al momento de denominar a la BAM con su nombre, Pedro Peña le decía a San José Ahora que «el objetivo que hemos tenido desde el colectivo ha sido que la gente lea. Bueno, ahora es leer y recordar», añadió.
Peña comentó que ni bien la idea de denominar a la BAM como Martín Pino Clara surgió «fue algo que todos sentimos que teníamos que hacer».
«Todos nosotros lo recordamos con mucho cariño, pero además siempre desde un lugar positivo y de alegría», destacó.
De aquí en más, cada uno de los aproximadamente mil libros que son parte la BAM llevarán un sello con el nombre de Martín. «El acto simbólico de abrir un libro y encontrar su nombre generará seguramente el recuerdo a quienes lo conocieron y a quien no, ojalá el interés por querer saber», consideró.
«Cuando me llamaron para decirme y, de alguna forma, pedirme autorización para darle el nombre de Martín, me pareció que era lo que mejor que le podía pasar» contó, por su parte, Adriana, madre del joven.
«Él fue siempre muy lector de todo tipo de lectura. Esta es una forma de seguir manteniéndolo vivo», afirmó.
Hoy, lunes 17 de enero, Peña escribió en sus redes sociales con motivo de los cinco años de la iniciativa:
“FELICES 5 AÑOS a los integrantes de la BAM-MPC. (Biblioteca ambulante maragata Martín Pino Clara). Como se ve en la foto, en algún momento fuimos menos anárquicos y creíamos que lo mejor era llevar un registro con una ficha por cada libro y toda esa cuestión burocrática de las bibliotecas en serio… en fin… con el tiempo nos convencimos de que lo mejor es que los libros circulen libremente con el sello que nos recuerda siempre a Martín, que circulen a la buena de Dios, dirá algún creyente, o cobijados por el libre albedrío del último lector, que puede dárselo a otro o hacerlo circular como prefiera.
En cuanto se calme todo este asunto habrá que hacer alguna escala para festejar.”